lunes, 5 de febrero de 2018

Elena

Hace seis meses llegó a nuestra vida una pequeña luz que poco a poco fue iluminando nuestro hogar. Su sonrisa involuntaria de plenitud, me cautivó y me hizo recordar que ser padre es la relación más profunda y frágil que se puede tener en la vida. Hacerse responsable de esta vida que cabe en mis brazos es abrumador y me ha tocado de una manera tan trascendental, así sea ésta la tercera vez que soy padre.

Nuestra pequeña Elena es ya una participante de la conversación del hogar y se hace sentir con su dulzura y su ferviente manera de antojarse de lo que nos ve haciendo - especialmente la comida. Su inteligencia es notoria para distinguir entre rostros conocidos, para saber qué es comida y qué es bueno para rascarse las encías. Su manera de cerrar los ojos, reír y mirar hacia un costado, parece tan natural e involuntaria que siempre caigo y me dejo llevar. De tal manera, que un beso es lo mínimo que cosecha tras el gesto.

Ser la hermana menor de dos hermanos seguro la llevará a sentirse sobreprotegida, pero tengo la impresión que en estos tiempos, puede ser ella quien termine arreglándole las vidas a sus hermanos. Las mujeres tienen una manera tan especial de enfrentarse a la vida, que a veces creo que es un súper poder que desarrollaron mediante la evolución para permitirles dominar, cuando físicamente parecería que no pudiesen.

Aún siendo una bebé ya nos conoce y sabe cuál es su lugar. Sabe con quien quiere estar y también sabe dónde se está mejor. La comunicación con ella, aunque rudimentaria, es probablemente lo más antiguo y representativo de la especie humana en lo que respecta a nuestros instintos y quienes somos.